Antecedentes históricos de la Independencia Nacional


       Para entender cómo se dio la independencia nacional, es necesario conocer los antecedentes históricos que conllevaron a que los criollos (hijos de españoles nacidos en América) se sublevaran ante el orden colonial español establecido. A continuación una breve explicación de estos antecedentes:
        A finales del siglo XVIII, en la Nueva Granada, la gran mayoría de blancos eran criollos nacidos en América y no españoles peninsulares y como tales, se sentían menos apegados a la tierra de sus antepasados. El sentido de lealtad local no excluía la lealtad prolongada a la corona, pero sí aumentaba la conciencia por parte de los americanos de las diferencias concretas entre sus intereses y los de la monarquía peninsular. Estas disparidades eran similares a las de otros lugares del imperio, aunque con variaciones. Por ejemplo, existía la queja común contra las restricciones comerciales impuestas por España, es decir, la prohibición de cualquier negociación directa con puertos fuera del imperio, aunque en casos de emergencia bélica se otorgaban permisos excepcionales.
        Sin embargo, ¿qué factores conllevaron al rompimiento de lazos con España? El clásico historiador colombiano de la Independencia, José Manuel Restrepo mencionó que en la Nueva Granada la rivalidad fundamental entre los criollos y los españoles ocupaba el primer lugar en su lista de factores que llevaron al rompimiento de lazos con España. Esta rivalidad incluía discriminación contra los criollos en la adjudicación de puestos en los niveles altos de la administración, discriminación en asuntos comerciales  y menosprecio por parte de los altivos españoles hacia los americanos. Además de esto hubo desafecto , en la medida en que se cuestionaba cada vez más el sistema político español, en el cual destacaba la persistencia de la monarquía absoluta tanto en las colonias como en la metrópoli, que no permitía expresiones de representación política, excepto en el nivel de la administración municipal, bajo la forma de los cabildos.
        Así mismo, la influencia de las nuevas corrientes ideológicas de la época - subversivas, desde el punto de vista de la corona española- que emanaban directamente de Francia, Inglaterra y los Estados Unidos sirvieron para que los criollos aumentaran el cuestionamiento al sistema político español. Las nuevas ideas de la Ilustración se abrieron camino en las colonias desafiando la censura y otros obstáculos. 
     Otra razón fue la noticia de la independencia Estados Unidos del gobierno imperial que llegó a los oidos de los criollos quienes, a su vez, la apoyaron y notaron que ésta era un ejemplo a seguir. Esta noticia difícilmente se habría podido mantener en secreto cuando España misma, por razones relacionadas con rivalidades europeas por el poder, apoyó abiertamente a las colonias angloamericanas en su esfuerzo, el cual fue favorablemente reseñado en la prensa española.
          Pese a lo anterior, La Nueva Granada, en comparación con Venezuela, no era una de las colonias más fácilmente expuestas a las ideas extranjeras. Venezuela se encontraba en una buena posición para absorber nuevas influencias intelectuales gracias al auge del cacao en el siglo XVIII, a sus amplios contactos en el extranjero y a la evidente proximidad geográfica de sus centros urbanos a las Indias Occidentales británicas, francesas y holandesas. El florecimiento de los estudios científicos promovido por José Celestino Mutis en la Nueva Granada no pudo compensar los efectos del estancamiento económico y el aislamiento geográfico. Así pues, en los últimos años del régimen colonial, en la Nueva Granada aumentó la desafección; en realidad, fue el escenario de una de las principales rebeliones populares de fines del siglo XVIII:La rebelión de los comuneros.
         Esta rebelión se produjo en el Socorro por el alza de los impuestos del tabaco y el aguardiente para financiar la participación de España en la guerra de independencia de los Estados Unidos, esta razón coincide con aquella que motivó al pueblo francés a hacer su Revolución. Así pues, la Revolución Francesa fue otra influencia que sirvió de base para nuestros próceres independentistas, la cual estalló el 14 de julio de 1789 y marcó el final definitivo de la monarquía absoluta francesa (liderada en su momento por Luis XVI y su esposa Maria Antonieta). Esta revolución estuvo influenciada por la corriente de pensamiento vigente en Francia: La Ilustración, cuyos principios se basaban en la razón, la igualdad y la libertad. Así como la Ilustración había servido de impulso a las Trece colonias norteamericanas para su independencia, también fue un trampolín ideológico para el inicio de la revolución en Francia. 
        Además de la Revolución, en América se estaban gestando en ese período histórico grupos o logias de Masoneria que estaban en contra de la Nobleza, el Despotismo y los religiosos de ideas conservadoras, los cuales, a su vez, cuestionaron asuntos políticos y dogmáticos, cobrando mayor preponderancia a raíz de la Revolución Francesa. Uno de los grandes líderes masones de América era Francisco de Miranda quien fundó en Londres, con antelación a la Revolución Francesa, su propia logia, la de ¨La Gran Reunión Americana¨. El primordial objetivo de aquella logia, denominada por los españoles ¨Sociedad de Conjurados¨, consistía en procurar la independencia de hispano américa, y el juramento para ingresar en ella era el siguiente: ¨Nunca reconocerás por gobierno legítimo de tu patria sino al que sea elegido por libre y espontánea voluntad de los pueblos, y siendo el sistema republicano el más adaptable al gobierno de las Américas, propenderás, por cuantos medios estén a tus alcances, a que los pueblos se decidan por él¨. 
       Entre las logias más famosas se mencionan ¨La sociedad Filantrópica de Lima¨creada por don José Boquijano y Carrillo, algunos de los de aquella fraternidad habían conocido a Tupac Amaru, lo admiraban y compartieron varias de sus opiniones. Todos se pronunciaban contra el despotismo, la excesiva carga impositiva y el trato discriminatorio otorgado a los nacidos en América.
         En 1793 don Antonio Nariño fundó, en Santa Fé de Bogotá, la ¨Sociedad del Arcano Sublime de Filantropia, con el objetivo de ¨pasar (diariamente) un par de horas divertidas - leyendo - un ejemplar de los mejores diarios, o en las gacetas extranjeras los principios enciclopédicos y demás papeles de esta naturaleza, según la suscripción¨, y para comentar (a la vez) las evoluciones políticas vigentes a la luz de las nuevas doctrinas. También en esta misma ciudad doña Manuela Sánz de Santamaría de Manrique fundó (con el mismo objeto que la de Nariño), la que llamó ¨Tertulia del Buen Gusto¨, a la cual asistían personajes como Camilo Torres y distinguidos intelectuales cuyos nombres figuraron, pocos años después, dentro de la nómina de caudillos más destacados de nuestra independencia. 
         Además de las razones anteriores, cabe resaltar la traducción de los derechos del hombre y del ciudadano hecha por Antonio Nariño. Este texto lo recibió de manos de un capitán de la guardia del palacio del Virrey el cual era el documento básico de la Revolución Francesa, más conocido como la Declaración de los derechos del hombre. Nariño lo había leído con entusiasmo y procedió a traducirlo y a imprimirlo en su propia imprenta un domingo por la mañana, cuando los demás estaban en misa. Imprimió cien o más copias, vendió una y regaló otra. Aparentemente, Nariño se asustó y decidió guardar las demás copias (que finalmente destruyó) e intentó infructuosamente recuperar las que ya había distribuido. A la larga, el hecho sería descubierto, y a pesar de su amistad con el Virrey, un burócrata ilustrado, Nariño tuvo serios problemas con la autoridad. Su biblioteca fue allanada, sentenciado a diez años de prisión en un puesto militar en el norte de Africa y al exilio perpetuo de América y sus propiedades fueron confiscadas. 
       Otra causa que ayudó a la Independencia Nacional fue la crisis de la monarquía española. Un estimulo externo fue necesario para que el movimiento independentista se pusiera en marcha y estallara. Los eventos ocurridos en Europa fueron los que aportaron dicho estímulo: en 1808 Napoleón Bonaparte depuso al legítimo rey de España, Fernando VII, tomó presa a toda la familia real e intentó instalar a uno de sus hermanos en el trono español, bajo el nombre de José I. Napoleón había logrado imponer monarcas-marionetas en otros países europeos, pero en España el resultado fue un brote de protestas populares y el surgimiento de un movimiento de resistencia que a la larga fue encabezado por una Junta Central acuartelada en Sevilla, que obstinadamente rechazó a José I y mantuvo su lealtad a Fernando. La junta española propuso gobernar España y sus colonias en nombre del legítimo Rey hasta cuando éste pudiera recuperar su trono. En América, las autoridades reales aceptaron de manera general los reclamos de la Junta y la mayoría de la población hizo lo mismo, por lo menos tácitamente. Pero una minoría porfiada insistía en que ellos mismos, los españoles nacidos en América, tenían tanto derecho a formar juntas y a gobernar provisionalmente las colonias en nombre del Rey como los españoles de la Junta de Sevilla. A continuación se iniciaron algunos movimientos que buscaban la creación de tales juntas americanas, aunque ninguna sería exitosamente establecida antes de 1810.  El hecho es que, simplemente por la manera como se habían desarrollado los eventos en España, los españoles americanos se veían ahora forzados a escoger entre las diferentes facciones en disputa por el poder sobre las colonias, y cualquiera que quisiese cambios en el sistema de gobierno tenía ahora su mejor oportunidad para presionar. Incluso aquellos que deseaban ansiosamente la separación de España podrían lograr exactamente los mismos beneficios al organizar su propio gobierno, aparentando asumir el poder en nombre de un Rey cautivo de los franceses. 
       Un movimiento de notables venezolanos que pretendían instalar una junta de gobierno en Caracas en 1808 fracasó por las medidas decisivas que impuso la Capitanía General. Al año siguiente se logró establecer en Quito una junta que fue aplastada por refuerzos españoles enviados desde el Perú pocos meses después. En Bogotá también existía un movimiento que intentaba constituir una Junta, especialmente después de que Quito lo hiciera e invitara a la capital del Virreinato a imitarla. El Virrey Antonio Amar y Borbón fue incapaz de evitar que el Cabildo de Bogotá debatiera la propuesta, pero con algunas intimidaciones logró atajar cualquier decisión final. En conclusión todo lo que la ciudad logró fue adoptar un Memorial de Agravios para enviar a España, cosa que nunca ocurrió, aunque su texto circuló en forma manuscrita. Redactado en Noviembre de 1809 por el doctor Camilo Torres, quien se convertiría en uno de los líderes y mártires de la lucha por la independencia, el memorial no solamente detallaba quejas específicas sino que también recalcaba la injusticia de la presunción española de gobernar a una población americana mayor o tan grande como la de la madre patria. En el documento Camilo Torres incluía una alusión amenazante "Más pesaban, sin duda, siete millones que constituían la Gran Bretaña europea, que tres que apenas formaban la Inglaterra americana, y con todo, la justicia cargada de su parte inclinó la balanza".
       Para que la amenaza de Torres se hiciera realidad, la situación de la madre Patria tendría que empeorar aún más. Los franceses nunca pudieron forzar a toda España a aceptar el mandato de José I, pero los ejércitos napoleónicos llegaron a tomar todas las ciudades principales, incluidas Sevilla, sede de la junta central. A comienzos de 1810, el movimiento de resistencia había sido reducido a poco menos que el puerto de Cádiz. Además la Junta decidió disolverse en favor del recién creado Consejo de Regencia, una medida que podría haber parecido un mero detalle técnico, pero que volvió a plantear el asunto de las relaciones entre las colonias y la madre patria, tan sólo por el hecho de que aquéllas tendrían que reconocer a la nueva autoridad española. Siendo problemática la propia supervivencia de una España independiente, el impulso de creación de Juntas en las colonias americanas se fortaleció y la oposición de resueltos partidarios de las autoridades españolas se debilitó. Por lo tanto, el resultado ahora fue diferente: una tras otra, todas las colonias quedaron bajo el control de juntas de gobierno nativas, con una excepción importante en América del Sur: el Perú.

Tomado de: BUSHNELL, David, (1996), COLOMBIA: Una nación a pesar de sí misma. De los tiempos precolombinos a nuestros días, Bogotá: Editorial Planeta, Págs 49-62
&
SUAREZ, Rafael, (2009), Causas de nuestra independencia, Bogotá: Editora Géminis, Ltda, Págs, 68-77.

Videos de apoyo: 

1. ¿Cómo así que Napoleón tuvo que ver con la 

Independencia de Colombia?


2. La Revolución Francesa




























La Revuelta de los Comuneros

       La rebelión de los comuneros en la Nueva Granada tiene una correspondencia clara con la independencia de las colonias inglesas, puesto que se inició como protesta contra el alza de los impuestos, establecida precisamente para costear la participación de España en la guerra independentista de los Estados Unidos, del lado de los revolucionarios angloamericanos. En la Nueva Granada se necesitaba dinero para mantener la gran base naval de Cartagena; para conseguirlo, tanto el monopolio gubernamental del tabaco como el del aguardiente subieron sus precios (Estos son solamente dos de una serie de monopolios fiscales mediante los cuales el Estado se encargaba de la producción y venta de artículos específicos y absorbía las ganancias para engrosar el tesoro real).
        El monopolio del tabaco era holgadamente el más importante; junto con los derechos aduaneros y la alcabala o impuesto colonial a las ventas, constituía uno de los pilares principales del sistema de ingresos del erario. Pero otros tributos también se incrementarion y, para asegurarse de que fueran recolectados, el gobierno expidió nuevos y molestos mecanismos.
        Los decretos fiscales entraron en vigencia a comienzos de 1781 y con ellos se inicio el malestar. En varios lugares, furibundos habitantes rompieron los avisos que se habían fijado en las paredes e inclusive quemaron tabaco y derramaron aguardiente del gobierno. Estas "fiestas" del tabaco y el aguardiente tuvieron lugar principalmente en la provincia del Socorro, el principal centro manufacturero de la Nueva Granada, que había recibido un duro golpe con las nuevas medidas: la fibra de algodón, antes excenta, estaba ahora sujeta a la alcabala. El movimiento parece haberse iniciado como una explosión de raíz popular, que movilizó a criollos pobres y de ingresos medios así como a mestizos, que se manifestaron en contra de los nuevos impuestos y aterrorizaron a los funcionarios reales de la región. Una vez iniciado el movimiento, algunos miembros de la clase alta local asumieron su conducción, aunque estos posteriormente dijeron haber intervenido solamente para mantener las cosas bajo control y con miras a reestaurar la autoridad del gobierno real a la primera oportunidad. Sin duda, ellos simpatizaban con el objetivo principal de reducir los impuestos, pero eran más conscientes que las masas de las posibles consecuencias de la rebelión, y por lo tanto, se unieron a ellas con reservas mentales absolutamente genuinas. En todo caso, en la ciudad de Socorro los habitantes se organizaron en una asamblea popular o común (de ahí el nombre del movimiento) y eligieron como sus dirigentes a cinco prominentes criollos locales, quienes ostentaron el título de Capitanes Generales, el más importante de los cuales fue Juan Francisco Berbeo. Los cinco redactaron rápidamente un juramento secreto según el cual admitían haber aceptado sus nuevas posiciones bajo presiones y se aseguraron de que su secreto llegara a oído de las autoridades.
       La escena se repitió en otros lugares de la provincia de Socorro y en las vecinas. La gente se amotinaba, organizaba su común y elegía sus "capitanes" locales, quienes - tal como había ocurrido en Socorro - a menudo aceptaban con reservas. Los pueblos formaron una dispersa alianza encabezada por Socorro, pero los lazos eran muy informales; nunca surgió algo similar a un gobierno revolucionario unificado. Una vez establecidas las "comunas", se suspendió la quema de tabaco y se inició su venta, con el fin de cubrir los gastos de la rebelión. Los Comuneros formaron sus fuerzas armadas, depusieron a funcionarios públicos poco populares y, en general, asumieron el control de la situación. El Virrey se encontraba en Cartagena atendiendo la defensa contra los británicos, y el Virrey encargado que había dejado en Bogotá pronto emprendió la fuga. Por esta razón, la Audiencia, tribunal superior de la colonia, asumió la suprema autoridad ejecutiva y judicial. La Audiencia pronto se mostró incapaz de tomar medidas decisivas, pues era incierta tanto la lealtad de la población en general como la de las milicias locales, única fuerza militar disponible por cuanto las unidades regulares se habían concentrado en Cartagena.
       De esta manera, viendo el camino despejado, los Comuneros marcharon hacia Bogotá, animados por la consigna de "¡Viva el Rey y muera el mal gobierno!", lema corriente de los amotinados e insurrectos en todas las regiones del imperio antes del levantamiento final contra la madre patria. La divisa no significaba una exigencia de cambios fundamentales en el sistema político, sino solamente la suspensión de abusos específicos, como eran los nuevos precios del aguardiente y el tabaco. Contando -se ha dicho- con 20.000 hombres, lo que sería un ejército mayor que cualquiera de los que combatieron por la independencia en esta parte de América, las fuerzas comuneras se detuvieron en Zipaquirá, cerca de la capital. Allí entablaron negociaciones con el arzobispo Antonio Caballero y Góngora, encargado por la Audiencia para llegar a un acuerdo con los sublevados. Lo que la Audiencia quería impedir, ante todo, era la entrada de los Comuneros a Bogotá, por temor a lo que podrían hacer en las calles de la ciudad. Por eso, aunque los rebeldes consintieron en renunciar a algunas exigencias menores y en no entrar a la capital, obtuvieron a grandes rasgos lo que querían. Todos los nuevos impuestos se derogaron, algunos de los agravios se remediaron y el arzobispo llegó inclusive a conceder que en adelante se preferiría a los criollos en la adjudicación de empleos públicos. Esta última concesión poco tenía que ver con los problemas financieros que originaron el movimiento, pero muestra claramente las susceptibilidades que el asunto despertaba.
       Por otra parte, la resolución de Berbeo y la alta jerarquía de los líderes Comuneros pronto empezó a debilitarse, especialmente luego de enterarse de que el Virrey, al conocer los términos del acuerdo, los había reprobado y había  despachado refuerzos militares desde la costa. En estas circunstancias, los Comuneros aceptaron dócilmente la sugerencia del prelado de renunciar voluntariamente a las concesiones que acababan de obtener. Muchos de los insurrectos, perplejos ante las circunstancias, podrían haber continuado la lucha para mantener sus conquistas, de no haber sido por la falta de liderazgo firme; habrían podido causar verdaderos problemas a las autoridades, pues la fuerza gubernamental que tanto alarmaba a los jefes Comuneros no pasaba de 500 hombres. Pero los líderes, en efecto, se negaron a continuar la empresa. 
       Solamente unos pocos Comuneros de segundo rango decidieron hacer demostración de resistencia, pero fueron fácilmente aplastados. El más importante de éstos fue José Antonio Galán, un mestizo de origen relativamente humilde aunque con cierta educación. El y otros terminaron por ser atrapados y ejecutados, y sus cabezas, ensartadas en lanzas o expuestas en jaulas de madera, fueron paseadas por todo el territorio central de la Nueva Granada, a manera de advertencia. El cuerpo de Galán fue descuartizado y sus partes se exhibieron en diferentes poblaciones. Su casa fue arrasada y en el suelo se esparció se esparció sal, como hicieron los romanos en la caída de Cartago. Gracias a la intervención del arzobispo, sin embargo, todos aquellos que habían participado solamente en las primeras etapas de la rebelión obtuvieron el perdón y se les respetó la vida. Al tiempo que se restablecían los detestados impuestos, el Virrey renunció y su sucesor murió poco tiempo después de asumir el cargo. El siguiente Virrey designado fue el propio arzobispo Caballero y Góngora, quien procedió a restablecer el orden que reinaba antes de la guerra contra Inglaterra. El funcionario ordenó descolgar las partes colgadas del cuerpo de Galán, que llevaban expuestas más de seis meses.
       Aún sin el levantamiento comunero, la situación fiscal habría vuelto a la normalidad una vez terminada la emergencia bélica; por consiguiente, no se puede afirmar con certeza que los alzados lograran nada concreto. Sin embargo, vale la pena notar las grandes proporciones que llegó a tomar la revuelta. No se trató de un simple motín, porque en su mejor momento el movimiento controlaba casi un tercio de la Nueva Granada, con brotes de descontento aquí y allá, inclusive en territorio Venezolano. Los funcionarios encargados de los impuestos cargaron con la peor parte, pues fueron golpeados y a veces hasta asesinados; cada vez que empezaba un nuevo episodio, saltaba al escenario todo tipo de personas, con toda clase de reclamos. Era claro que en la colonia no hacían falta los temas enardecedores y que cualquier protesta pequeña podía fácilmente convertirse en algo grande.
        Más aún, la memoria de la rebelión se prolongó en el tiempo, pasó posteriormente a ser parte del folclor patriótico colombiano y sirvió, entre tanto, para asustar a las autoridades españolas, las cuales nunca más pudieron tener la certeza de confiar en la población local. Como anotó Caballero y Gongora la lealtad instintiva y tradicional habría bastado antes del alzamiento para mantener el orden en el territorio neogranadino, pero con la revuelta de los comuneros se había perdido la "inestimable inocencia original". Los neogranadinos, en efecto, habían probado el fruto prohibido de la revolución y podrían tener todavía menos escrúpulos la próxima vez que intentaran levantarse. En consecuencia, en los años finales de la colonia, las autoridades españolas decidieron reducir la importancia de la milicia colonial en favor de un acopio modesto de fuerzas del ejército regular, y los virreyes insistieron en que no querían cualquier tipo de soldado estacionado en Bogotá, sino exclusivamente soldados nacidos en España.
       Al mismo tiempo, las autoridades se preocuparon por no provocar antagonismos innecesarios con la población nativa. No solamente eliminaron la mayor parte del régimen fiscal vigente antes de la revuelta de Socorro, sino que también evitaron implantar en el país el sistema de intendentes, diseñado según procedimientos franceses de la época borbónica y establecido hacia el final de la colonia en otras partes de la América española para mejorar la eficiencia de la administración, especialmente en lo relativo al cobro de impuestos. Cuidadosamente escogidos y bien pagados, los intendentes sustituyeron una amplia variedad de formas gubernamentales de nivel provincial que no estaban reglamentadas y que a menudo se superponían. 
       Finalmente, dos problemas interpretativos en relación con los Comuneros han sido ampliamente discutidos por los historiadores colombianos. Uno consiste en definir si los Comuneros apuntaban hacia la independencia, como han insistido algunos autores colombianos, a pesar de que nunca se proclamó oficialmente tal objetivo, sino únicamente el de solucionar reclamaciones específicas. Puesto que ésta sería una discusión sobre intenciones secretas, es tan complicado asentir como disentir; pero la mayoría de las evidencias que se han presentado en apoyo de esta tesis son altamente cuestionables, y es sin duda muy difícil reconciliarla con los reparos del alto mando comunero, dignos de tener en cuenta para la discusión.  
      
Tomado de: BUSHNELL, David, (1996), COLOMBIA: Una nación a pesar de sí misma. De los tiempos precolombinos a nuestros días, Bogotá: Editorial Planeta, Págs 52-57



MATERIAL DE APOYO


2. Mira el video del Profesor Super O: 

¿El movimiento de los comuneros 
fue 
una revuelta o una revolución?